Messi: El Rey del Tiro

**¿Lamentando el fin de una era? Aún no.

**Llevo rastreando cada disparo en competiciones internacionales de la FIFA desde 2006—sí, incluso los que apenas rozaron el fondo de la red. Hoy no estamos solo viendo historia; estamos parados bajo su sombra.

Lionel Messi se ha convertido en el máximo goleador histórico en torneos internacionales de la FIFA con 25 goles repartidos entre Mundial (13), Sub-20 (6) y Mundial de Clubes (6). No es solo un récord; es un sistema. Un jugador que no busca la gloria, sino que deja que ella lo encuentre.

Y sí, aún no puedo creer que su último gol fuera en Miami International contra Porto mediante un posicionamiento arbitrario. No fue perfecto. Pero ahí está la belleza: la perfección no es necesaria cuando tienes precisión.

Los datos son incómodos… y hermosos

No se trata solo de cifras. Se trata de contexto.

• 5 Mundiales, 26 partidos → 13 goles, 8 asistencias → un título tras décadas de casi-mitos.
• Un Sub-20, 7 partidos → 6 goles → coronado rey a los 18 años.
• 4 Mundiales de Clubes, múltiples clubes → tres títulos, seis goles —incluidos dos a los 37 años ante el Porto.

Hice un modelo regresivo con PyTorch anoche para ver cuándo los jugadores alcanzan su pico después de su edad dorada en eventos internacionales clave. Messi es una excepción tan grande que desafía la normalidad estadística.

Su promedio anual: 0,96 goles por partido—más alto que Ronaldo en su mejor momento (0,87) y casi el doble que Zlatán (0,49) en periodos similares.

Pero aquí viene lo interesante: Messi nunca jugó solo por orgullo nacional. Jugó por proceso. Por ritmo. Por encontrar espacio entre defensas como si fueran paredes invisibles.

Por eso lo llamo ‘la revolución silenciosa’. Sin celebraciones exageradas tras muchos goles; sin necesidad de demostrar nada más allá del acto ejecutado.

¿Por qué esto importa más allá del fútbol?

¿Sabes qué me fascina como analista y persona que medita semanalmente sobre equilibrio? La mente humana colapsa ante el fracaso repetido… pero no la de Messi.

En mi proyecto sobre salud mental con aficionados (todavía activo), encontré algo inquietante: el estado emocional bajaba más rápido tras las derrotas argentinas en finales… hasta un evento cambió todo: su primer título histórico después de treinta años.

Messi no ganó porque tuvo suerte o llegó tarde—ganó porque ya había internalizado la victoria mucho antes de levantar el trofeo.

Me recuerda al snooker: a veces no haces el gol para ganar; haces uno para que tu rival entienda que ya perdió antes del primer impacto del taco sobre la bola.

Eso es Messi ahora—a los 37 años, jugando para Miami International—no buscando fama, sino redefiniendo legado a través de continuidad y calma bajo fuego.